Durante siglos Colombia ha venido sufriendo el desplazamiento por diferentes causas y motivos. Esto significa que las familias y personas enteras han tenido que abandonar sus territorios, dejando todas sus propiedades, ya sea por motivos violentos o limitantes como lo es la pobreza extrema y la falta de oportunidades que por muchas maneras son situaciones forzadas. Estas realidades llevan a las personas a migrar hacia las ciudades.
Al llegar a las ciudades estas personas se sienten desubicadas y tristes por lo que perdieron o les fue quitado, y empiezan la búsqueda de un nuevo comienzo y oportunidades. En ocasiones los sufrimientos y el dolor nos hacen más fuertes.
Después de repensarse la vida y focalizar el problema la gente empieza a trabajar duro para superarse, aunque esto no reemplaza el tejido social que se dejó atrás. Es un proceso largo y difícil pero no imposible, por tanto, la integración a esta nueva vida da oportunidad de interactuar en espacios de participación en el que se desarrollan destrezas y obtienen conocimientos que ayudan a continuar en la búsqueda de una vida digna por medio de la unidad para hacer valer nuestros derechos.
La mayor parte de población que ha sufrido desplazamiento son mujeres cabeza de familia que traen hijos a cuestas, llegan a la ciudad y se ubican en las laderas con mucha dificultad tratan de adaptarse a este nuevo contexto urbano rural que incluye ruidos, polución, drogadicción, maquinarias, prostitución entre otras. Al ser mujeres tienen menos oportunidades para encontrar un trabajo por no tener estudios, fuerza física y en ocasiones no cumplir con la edad exigida. Estas situaciones dificultan más las cosas y llevan a que se internen en casas de familia y dejar sus hijos solos expuestos a tomar un mal camino. También suelen trabajar como independientes para no descuidar a sus hijos. Sin dejar por fuera las que tiene que prostituirse para poder sobrevivir en la ciudad, porque sí o sí hay que pagar un arriendo, servicios públicos y comprar comida, entre otras obligaciones.
Este proceso es tardío y tedioso pero la resiliencia y berraquera que caracteriza a estas mujeres ayuda a que salgan adelante y muchas se integran a espacios donde pueden participar y empoderarse de cómo son los derechos que las protegen. En estos espacios intercambian historias y aprenden cada día a sanar y a sobrevivir.
Al proceso que vivimos las mujeres después del desplazamiento no se le ha dado la debida importancia, porque, aunque hay leyes y normas que se elaboran pensando en la cobertura social, el desplazamiento pone a las mujeres en situaciones más vulnerables y desprotección en los diferentes escenarios que deberían ser de solución.
Sería bueno que los funcionarios públicos hicieran acciones más humanitarias que lleven al cumplimiento de estas leyes y normas, como son una vivienda digna, espacios amplios, zonas verdes y espacios seguros, salud integral y oportuna educación con calidad y gratuidad, inclusión laboral con salarios dignos, seguridad social y comunitaria, así como espacios de participación, seguridad alimentaria y economía del cuidado y, con esto poder decir que se tiene derecho a la ciudad.